Miedo.

A veces tengo miedo. Siempre he intentado esquivarlo, pero es absurdo, una completa estupidez. Y hoy digo alto, lo grito con toda mi alma. Tengo miedo. Ojala pudiera espantarlo, como cuando era niña, ocultando la cabeza bajo las manta. Pero hoy, aunque lo haga, el miedo no se va, me espera paciente hasta que mi cabeza sale, despeinada y agitada, de su escondite. Es una sensacion extraña, un miedo que se compone de varios miedos. Mis mil dolores pequeños. Miedo a lo desconocido, a la incertidumbre de pensar que puede haber más allá de estas tierras agrietadas y yermas. Miedo, pánico a la soledad, a la soledad literal, y a la soledad que se siente estando rodeada de gente, que asusta mucho, muchisimo más. Miedo ante la intagibilidad de mis sueños. Miedo a haber dicho demasiado, y más aun a no haber dicho lo suficiente. Miedo a no volver a volar otra vez.
Miedo a no poder sentir jamás lo que sentí entre esas paredes de ese castillo de magia. Miedo a no volver a ver esos ojos desvistiendome. Miedo al dolor físico, y al del alma, que nada es capaz de paliarlo. Miedo a dejar de ser. De oir, de ver. De dar, de sentir. Miedo a quedarme sin fuerzas para afrontar las pruebas de la vida, que son muchas y muy duras. Y sobre todo, miedo a mi miedo. Que me paraliza, me hace frágil. Abrázame fuerte, no sueltes mi mano.