Un empiece.


Aún lo recuerdo como si fuera ayer. Un chico sentado en la orilla de La Concha mirando apenado el mar que tenía ante sus ojos verdes esmeraldas. Yo conocía a ese chico, había soñado alguna vez con su cara pálida y llena de pecas claras. A pesar de ser Julio, esa tarde hacía un poco de viento  y sentado ahí se podría resfriar. Me quise acercar a saludarle como si nos conociéramos de toda la vida pero mis manos no paraban de temblar y mi cuerpo tenía miedo. Me quede observándole un poco más desde la distancia a la espera de que notará mi presencia pero estaba demasiado concentrado mirando como rompían las olas cerca de sus pies. ‘‘¿Querrá que se lo lleve el mar?’’ susurré. Ese pensamiento hizo que creciera en mí un escalofrío inquietante. No, no quería que desapareciera algo tan bello. Me armé de valor y me acerqué.

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